Con sus novecientas veintiocho páginas, el libro de Ken Follet, Las tinieblas y el alba, no es precisamente corto. Sin embargo, te atrapa desde el primer momento. Aunque, para mi gusto, nada es comparable con su trilogía del siglo, ni siquiera, la de «Los pilares de la tierra».
La obra refleja la vida de contrastes, en un momento muy específico de la Edad Media, entre los estamentos más altos y más bajos de la sociedad. Mientras, por un lado, nos presenta a un protagonista mísero que se hace a sí mismo y consigue prosperar; por otro, nos lleva con otros personajes, a una vida de lujo y desenfreno en los estamentos más privilegiados. La descripción de la Inglaterra de aquella época y las diferencia con Normandía, los ataques vikingos, las relaciones sociales, la vida religiosa, el poder de la superstición, la existencia de la esclavitud en Europa y más, son muchos de los temas que nos ofrece la novela. Todo bajo un trasfondo de amor y odio.
Las tinieblas y el alba tiene un lenguaje fácil de entender que agiliza la lectura pero que, a veces, se complica en boca de ciertos personajes de más rango para darles mayor veracidad.
La trama y la profundidad de los personajes son magníficos. Algo a lo que nos tiene acostumbrados el autor. Sin embargo, a veces los pasajes descriptivos son tan intensos que pueden llegar a aburrir al lector. Especialmente cuando el autor se concentra en contar métodos constructivos innovadores para la época o la estructuración de la iglesia.
Puede que al lector que no le guste la novela histórica no le entusiasme el libro, ya que Follet se recrea en la descripción de la época oscura. Es una novela que, como todo lo que hace el autor, está magníficamente documentada y nos transporta al lugar y tiempo que quiere recrear de una manera fácil y rápida.
Follet es un gran maestro de la pluma del que todos los que nos dedicamos a esto podemos aprender.
Una gran novela maravillosamente contada.